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¿Cómo van a cuidar cuando crecen si ningún hombre les cuidó a ellos cuando eran pequeños?

Primero los cuidan sus madres, luego sus abuelas, llegan a la guardería y la monitora es una mujer y lo mismo ocurre en el cole, cuando empiezan la educación Infantil. ¡Incluso en los primeros años de Primaría las maestras son mayoría!! Entonces, si las referencias de personas cuidadoras han sido mujeres desde la más tierna infancia, ¿cómo nos sorprendemos de que la mayoría de los hombres no hayan interiorizado ni practiquen los cuidados? 

Porque emosido engañada. Porque no hemos nacido para cuidar, ni lo hacemos mejor de manera innata. Porque, igual que no existe el instinto maternal (o no al menos como nos lo han vendido), tampoco existe un gen en las mujeres que nos predisponga a cuidar de los demás. Simplemente, nosotras, hemos sido educadas para cuidar. 

Desde el momento en que nacemos, las mujeres asumimos roles de cuidadoras. ¿Desde que nacemos? Sí, desde ese mismo momento. Porque como nos taladran los lóbulos de las orejas y nos visten de rosita para que el mundo sepa que no somos como ellos, como los hombres, el mundo también se comporta con nosotras de otra manera. Y nos habla de forma distinta, más suave, más dulce, más… cuidadosa.  

 

Algunos ejemplos
Hace tiempo circulaba por las redes un vídeo acerca de un experiemento en el que vestían al mismo bebé de rosa y azul y observaban cómo las personas adultas se relacionaban con esta criatura. Lo que viene después, no te sorprenderá: a la supuesta niña la acunaban cuidadosamente, le hablaban bajito, le decían lo guapa que era y vaticinaban su futuro: sería esteticista o actriz. El supuesto niño, por su parte, recibía alabanzas (en un tono de voz mucho más elevado, por cierto) sobre su valentía, su fortaleza… características todas que le llevarían, cuando fuera mayor y según los pronósticos de estos médiums, a ser policía o futbolista.

 

Nuria Valera, en su libro “Cansadas. Una reacción feminista frente a la nueva misoginia” (Ediciones B, 2017) cuenta cómo, cuando fue a comprar una cómoda blanca para su bebé le preguntaron si era niña o niño. Ella lo flipó: ¿cómo podía afectar el sexo de la criatura en la compra de un mueble que, además, era blanco? Pues porque los tiradores “de niño” llevaban un barco de vela y “los de niña”, un corazón. ¿Qué le estábamos diciendo a una cosa tan chica con ese simple elemento de mobiliario? Si tenía bulba, el tirador le hablaba de amor, de cariño, de cuidados, al fin y al cabo. Y, si era niño, que se fuera de viaje y surcara los siete mares. 

 

Otra cosa, ¿a qué edad suelen regalarle a las niñas su primera muñeca? ¿Cuántas niñas han utilizado su mini carrito de bebé para reforzar y asegurar sus primeros pasos? Está clarinete: antes de saber hablar y andar correctamente podemos acunar un muñeco, darle de comer e incluso llevarlo a dar un pequeño paseo. No hay nada más triste y cómico a la vez que ver a un hombre cogiendo a un bebé por primera vez. Y si ya hablamos de ponerle un pañal o vestirlo… El sentimiento va desde la carcajada nerviosa al miedo más atroz que supone pensar en un ser de pocos días con un hombro dislocado. Y es que las madres, antes de serlo, hicimos un master en cambiar bebés, con el Nenuco o con el Baby Feber, sí Pero lo hicimos. Y las que no son madres, también. 

 

Pues yo no jugaba con muñecas y ahora me encantan los bebés. Po vale.

¡Yo nunca tuve un Nenuco y tengo la marca mundial registrada de tres pañales cagaos con diarreas en 4 minutos y 30 segundos! Povale también. Ole tu papo.

Pues a mi hijo le he regalado una cocinita, la bañera del Nenuco con un montón de vestiditos, la Barbie Malibú… Regálale lo que quieras, cariño. Si no tiene referencias de cuidadores masculinos y tú eres la única que cuida, lava, hace de comer, lo lleva y lo recoge al cole, a las  extraescolares, al médico, a ver a la abuela (tu madre o tu suegra, claro), a los cumpleaños… Prepárate porque todo apunta a que tu hijo varón tendrá 43 años, se habrá divorciado y tú le plancharás las camisas. Y volverás a tener to el día el coño pa arriba y pa abajo en el conservatorio, en el parque, en casa de las primas… pero con tus nietos. Ahora la vidente soy yo. ¿Me equivocaré? 

 

La importancia de las referencias

Porque en los procesos de aprendizaje y maduración de las criaturas las referencias no son importantes, son importantísimas. ¡Hasta los paquetes de tabaco nos lo dicen! Adolescentes con madres y/o padres que fuman tienen tres veces más probabilidades de hacerlo. Pues con los cuidado, tres cuartos de lo mismo. Por eso, si primero nos cuidan nuestras madres, después nuestras abuelas o una niñera, más tarde entramos en la guardería y vemos que ese trabajo también lo hacen mujeres y lo mismo ocurre en los primeros años del cole, pasa lo que pasa. Que las mujeres lo interiorizamos como una labor exclusivamente propia y los niños y hombres, como ajena. 

 

Y esta asociación subconsciente entre el género femenino y la tarea de cuidar. Esto plantea la pregunta: ¿cómo podemos esperar que los hombres interioricen y practiquen el cuidado si han crecido en un entorno en el que las cuidadoras son predominantemente mujeres?

 

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